Abordajes del deseo
Lo que aprendí con la belga-japonesa Amélie Nothomb y la feminista negra estadounidense Audre Lorde
Terminé de leer la novela autoficcional Metafísica de los tubos (2000), de la belga-japonesa Amélie Nothomb. Es la segunda vez que termino un libro de Nothomb desbordada de embriaguez estética. Qué exagerada, pero sí. La primera fue cuando leí Sed (2019) en el transcurso de una calurosa mañana de sábado, tirada bajo la sombra de un árbol en el parque San Martín, seguramente el lugar más habitado por mí después de mi querido departamento alquilado en pleno centro de MendoYork.
Sed es un ensayo narrado en primera persona por nadie menos que Jesucristo. En una maniobra de subversión con el discurso bíblico, Jesús cuenta, desde su propia percepción, algunas de sus vivencias. En la obra de Nothomb, Jesús es tan humano como santo: cuenta que, durante su crucifixión, la sensación de sed era peor que la del dolor causado por los clavos en las manos y pies que lo mantenían atado a la cruz. También cuenta que, cuando le rogaron solucionar la falta de vino en una fiesta, le molestó que lo interrumpieran mientras disfrutaba de alimentarse. Le gustaba comer en silencio y comía con la calma, la presencia y el placer que nos gusta en el acto sexual. De hecho, Jesús también cuenta con profundo cariño de los encuentros sexuales con María Magdalena. El Jesús de Nothomb es un ser absolutamente humano y querible. Gracias al acercamiento a esa posible forma de percibir de Jesús, pasé a nutrir una nueva forma de percibirlo y me empezó a caer mucho mejor. El Jesús humano y filosófico de Nothomb me cambió la vida.
En Metafísica de los tubos la misma operación de transformar las formas de percibir es realizada en la voz de una niña que relata experiencias de sus primeros tres años de vida. Esta niña es la propia Nothomb, razón por la cual la autora define su obra como autoficcional. Cuando nació, era un tubo: inerte, nada hacía, nada sentía. Es decir, el tubo es una metáfora de los primeros meses de vida en los que no tenía consciencia de su existencia. Los primeros contactos con el placer y lenguaje van transformando su condición de tubo. La pretensión filosófica, la lucidez y la ironía sobre estar viva en la percepción de una niña de menos de 3 años son de una belleza y originalidad que sencillamente me hacen feliz.
La dimensión filosófica de esas dos obras de la autora belga está en demostrar el cuerpo y el deseo como experiencias de la subjetividad. En ambos personajes hay una consciencia corporal fuertísima, no en un sentido de un erotismo adulto, pero sí de un erotismo como sensación física plena, demostrado a través de dos criaturas nada erotizadas o erotizables: Jesúcristo y una beba de 3 años.
Esto me hace acordar un ensayo al que vuelvo siempre: Uses of the Erotic: The Erotic as Power, de la feminista negra estadounidense Audre Lorde. Le tengo mucho cariño a la edición física del libro Sister Outsider (1984) que contiene el ensayo. La compré en una mañana de domingo en Berlín, después de pedalear y realizar el sueño de comer galletes francesas, me acuerdo bien. Lo erótico en Lorde no es pornográfico y no se limita al sexo. En las obras de Nothomb pasa lo mismo: lo erótico es presentado como una dimensión de la sensibilidad en nuestras formas de percibir el mundo, habitarlo y accionar en él. El placer y la inteligencia como motores de un accionar consciente que termina siendo inevitablemente político.
Qué placer haberlas leído.
¡Qué placer que me leas!
Nos vemos pronto.
Referencias bibliográficas:
Lorde, A. (2019). Uses of the Erotic: The Erotic as Power. In: Sister Outsider: Essays and speeches. London: Penguin Books.
Nothomb, A. (2016). Metafísica de los tubos. Barcelona: Editorial Anagrama.
Nothomb, A. (2021). Sede. São Paulo: Editora Planeta.